Desde que en 1946, por iniciativa del entonces Hermano Mayor, la Cofradía realizara su primera salida procesional en solitario, el Miércoles Santo se ha convertido en el día "morado" por excelencia.

A partir de primera hora de la mañana, se respira ambiente cofrade en el centro histórico de la villa. En el interior de la Santa Iglesia Parroquial, tres de los cuatro titulares de la Hermandad se encuentran ya sobre sus pasos procesionales: ante su camarín, cobijada bajo un palio verde y oro, aguarda ya ataviada para la salida procesional la imagen de María Stma. de la Esperanza.

Frente a ella, sobre su paso de azul y plata y entre un jardín de hermosas flores, hallamos al pie de la cruz a Ntra. Sra. de la Amargura, con la corona de espinas en las manos y la mirada clavada en las bóvedas del templo parroquial, esperando la hora de alcanzar el cielo nocturno.

Y al fondo, próximo al altar mayor, más allá de la madera labrada y dorada, en la cima de un monte de lirios, se yergue la imagen de Ntro. Padre Jesús Nazareno, que con la cruz al hombro y la mirada fija en los fieles y devotos que acuden al templo a orar ante él, aguarda ya la hora de volver a las calles de Huércal-Overa.

El último de los cuatro tronos de la Hermandad se encuentra junto al paso de la Virgen de la Esperanza, pero, pese a la majestuosidad de la talla y el aroma de las rosas y claveles rojos que ya lo ornan, se encuentra incompleto y vacío. Un vacío que habrá de esperar hasta la caída de la tarde para llenarse, cuando la imagen del Stmo. Cristo de la Misericordia llegue desde el Asilo de Ancianos para presidirlo.

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Avanza el día y con él los últimos preparativos, hasta que, entre flores y cera, llegan las primeras horas de la tarde y con ellas la presentación de bandas. En este acto, mezcla de pasacalles y concierto, la emoción contenida durante todo un año por los cofrades morados se desata, alcanzando su punto álgido cuando comienzan a sonar las primeras notas de Banderas moradas, que compusiera el genial Martín Alonso y es para todos los cofrades el himno de la Hermandad.

Y así, entre ovaciones y acordes de marchas, una tras otra, las distintas bandas se van sucediendo y con el discurrir de las mismas, pasan también las horas, hasta que llega el momento de que el Cristo de la Misericordia vuelva a su casa. Entre un mar de capas rojas y blancas y a los sones marciales de las cornetas y los tambores del grupo de Regulares, Cristo Crucificado avanza por las calles huercalenses hasta llegar a la Iglesia Parroquial, que cerrará tras Él sus puertas hasta la salida de la Cofradía.

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Cae la noche en Huércal-Overa, y con ella llega el momento de la salida procesional. Tras la emotiva bendición de costaleros y horquilleros, los aromas a cera, flores e incienso colman el ambiente, hasta que se hace el silencio y se abren las puertas del templo. Suena la marcha real. La Cruz de Guía sale a la calle, y con ella el Paso Morado comienza, un año más, su salida procesional.

Los distintos grupos de nazarenos van abandonando las naves de la iglesia, y poco a poco, el trono de Ntro. Padre Jesús se acerca a la puerta. Se hace el silencio, suena una campana, el capataz da las últimas indicaciones a los horquilleros y en mitad de una clamorosa ovación, la imagen del Nazareno huercalense sale nuevamente a la calle.

Le siguen los nazarenos azules que anuncian la proximidad de la Virgen de la Amargura. Su llegada no se hace esperar y gracias al incomparable esfuerzo de sus costaleros, la Virgen vuelve a posar sus ojos en el cielo huercalense desde el que cae una lluvia de pétalos para darle la bienvenida a su pueblo.

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Mientras Ntra. Sra. de la Amargura se aleja calle abajo, en la puerta de la parroquia, el azul de la Madre Dolorosa se sustituye por el rojo de la Misericordia del Hijo. Sale el Cristo de la Misericordia, recordando al pueblo de Huércal-Overa, con su cuerpo muerto clavado en la Cruz, el sacrificio realizado por el Hijo de Dios hace casi dos mil años.

Y, finalmente, el morado Nazareno, el azul de Amargura y el rojo pasionista dan paso a un verde Esperanza. Poco a poco, sobre los pies, casi sin que se muevan las bambalinas, la Virgen de la Esperanza se acerca al dintel de la puerta. Silencio y golpes de llamador, los costaleros se arrodillan para que el palio que cobija a la Madre de Dios pueda atravesar la puerta y llevar Esperanza a todos aquellos que la aguardan. La emoción contenida se desata cuando los candelabros de cola atraviesan el pórtico y la Virgen de la Esperanza se une a los otros tres titulares en la estación de penitencia.

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Paso a paso, chicotá a chicotá, la cofradía avanza por las calles huercalenses, para llegar, tras el saludo a la Virgen de las Angustias en la Ermita de San Juan, nuevamente a la Iglesia Parroquial. Poco a poco, los nazarenos van entrando en el templo, hasta que la imagen de Ntro. Padre Jesús llega junto al mismo.

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Allí permanecerá aguardando hasta la llegada de los otros tres titulares y a medida que estos vayan llegando, se producirá un emotivo encuentro con las dos Dolorosas de la Hermandad. Finalmente, una vez que el palio verde de la Virgen de la Esperanza haya cruzado el dintel de la puerta, el Señor volverá de nuevo el rostro hacia su pueblo, antes de regresar, una vez más y como cada año, al templo parroquial, donde aguardará hasta el próximo Miércoles Santo.

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